poemas de amor Crazzy Writer's notebook: The Girl [Grandes errores, part 5]

17/1/13

The Girl [Grandes errores, part 5]

Sentado junto a mí, en un oportuno sitio que quedó libre, se mantuvo en silencio mirando el escenario. Yo… algo en él me reclamaba desde las sombras. Preguntas. Lo miraba de reojo a través de la cortina creada con mi propio pelo. Algo en él me resultaba conocido pero no sabría decir el qué. El tintineo de una taza me sobresaltó. Alce la mirada. Mi té humeante aguardaba. Saldé la deuda y volví a mi armazón de preguntas. Entonces me fijé en la pequeña sonrisa que ahora adornaba su cara. A raíz de una tontería, algo como una sonrisa, empezamos una conversación de lo más singular.
Mientras hablamos empecé a sentír como el magnetismo de aquellos ojos claros y esas sonrisas, a caballo entre picaras y sinceras, me acercaban más y más a él. Nuestras manos se alcanzaron sobre su pierna. Pensaba, en lo dispares que éramos. Él, vestido tan elegante con aquella ropa de marca cara. Y yo, tan tracillas con unos pantalones de chándal y una sudadera. Pero parecía no importarle, comenzó a acariciarme el brazo mientras seguía hablando con total normalidad, pero a mi se me aceleraba el pulso. Nos mirábamos fijamente. El magnetismo crecía y sin quererlo cada vez estaba más cerca. Pegados. De pronto su mano salto de mi brazo a mi pierna. Estaba tanteando la reacción. Y no debí reaccionar mal porque se acercó a mí y me susurró al oído. El sonido de su voz era más deseable, casi irresistible. Sin saber por qué aproveché su posición para besar su cuello. Sentí su reacción. Acababa de pasar el punto de no retorno y hacía tiempo que no lo cruzadaba. Él también se defendió marcando con los labios el lóbulo de mi oreja y de esa forma cerró satisfactoriamente la respuesta de su petición susurrada. Nos levantamos y desaparecimos discretamente.
En aquel cubículo penumbroso y retirado, donde el sonido era tan solo una ilusión. Me dejó suavemente contra la pared. Nos miramos de nuevo y nos besamos. Los ojos cerrados. Aquella sensación que creí extraviada en el tiempo, volvió a resurgir como la luz de una bengala en una oscura noche. Sus labios conservaban el sabor a vodka. Sus manos en mi cintura. La excitación nos envolvía. Podía desgarrarse. Comencé a desabrochar su camisa dejando su torso duro al descubierto. Sus dedos treparon hasta mi pecho y allí con gran facilidad desabrocharon el sujetador. Sus manos frías cubrieron mis pechos. Los acariciaba pasando la yema de sus dedos. Recorrida de arriba abajo por un escalofrío. Percibí la curvatura de sus labios.  Mi pulso fue subiendo el nivel de serotonina. Una de sus manos descendió serpenteante por mi espalda con un leve cosquilleo volviendo a la cintura. Se hundió a través del pantalón y comenzó  a pasear su mano con la suavidad de los pétalos de rosa. Aquel cosquilleo agitó mi respiración. Ahora él había descendido en una hilera de besos hasta mi cuello. Mis labios en su oreja habían transformado aquellas respiraciones en leves jadeos ahogados. Mis manos habían topado con su punto débil y lo explotaban con dulzura y deseo. Intenté resistir pero aquellas caricias lograron traspasar mi última defensa y entonces escuche mi voz.
-Sigue Arturo, no pares...-. Vi explotar la burbuja que yo misma había creado.
Abrí los ojos y me fije en el chico que ahora estaba pegado a la otra pared del cubiculo. Su pecho completamente tatuado. Su pelo oscuro y revuelto. Y aquellos ojos claros que me atravesaban impasibles. Nada que ver con la mirada de hacia tres minutos. Irradiaban enfado, furia.
-<¡DIMITRI! Te lo he dicho seis...>- Trataba de mantener la calma, pero algo dentro de él se estaba despertando. -<Oh!, ya entiendo>-. Empezó a reír.
-<¿Pensabas que sería tu consolador…?>- aquella sonrisa desapareció con la misma velocidad con la que llegó. Su expresión regresó a la frialdad inicial. -<Estás muy equivocada. Yo no soy el segundo plato de nadie y menos la fantasía de alguien como tú.>- Su voz era apenas un susurro, pero fue suficiente para congelarme la sangre.


Lo siguiente que dijo antes de cerrar la puerta con un portazo, que quedó vibrante durante segundos, a pesar de ser en ruso no perdió su matiz amenazante. Me quedé apoyada en la pared de madera. Inmovil.  Salí con miedo de aquel cubículo. Temía encontrar a alguien allí pero solo topé con mi propio reflejo junto al espejo. Me miraba. Con los ojos desbordados por las lágrimas. Me derrumbé ante mi propia mirada. ¿Cómo? ¿De verdad había sido capaz? ¿Tanto se parecía?  Permanecí frente al espejo mientras al otro lado mi silueta reprochaba con razón lo que acababa de hacer. Aquella vocecita interior, esa conciencia, hablaba despacio pero no por ello menos hiriente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario