Otra vez. Otra vez aquella mirada en su
rostro. En sus ojos podían verse crepitar las ardientes llamas de la ira. Los matices
rojizos caoba en los que habían tornado los habían transformado en la fuente de
una mirada tan fría y glacial que podría helar el mismísimo Hades. Pero el
destinatario de aquella mirada, sin percatarse del endurecimiento de las
facciones de su interlocutor, seguía luciendo aquella orgullosa sonrisa, una
sonrisa que denotaba cierta superioridad. Pero aquella sonrisa se calló de inmediato
cuando se percató, no de la mirada que lo atravesaba sin piedad sino de la
extremada blancura de sus puños, y de como los tendones quedaban fuertemente
marcados en las muñecas y en los antebrazos. Su cara reflejaba cierto miedo
ante lo que podía acontecer. Nada bueno siguió la ultima vez que se mostró.
De pronto, en una fracción de segundo, la eléctrica tensión que recorría sus brazos se disipó, aquellas facciones duras y afiladas se ablandaron, y aquella gélida mirada se desvaneció. Paseó sus ojos marrones por los alrededores, parecia confuso. Varias personas los contemplaban formando un semicírculo cuyos centros eran ellos. Las dos chicas se habían apartado y le miraban con miedo y de forma extraña. Y un poco más alejada, una tercera chica que acababa de salir alertada por el tumulto que se arremolinaba en la puerta. Sin mediar palabra alguna y con la mirada baja consiguió abrirse paso por el pequeño grupo de gente que formaba el cercado, y en medio de todas aquellas miradas partió lo más rápido que pudo calle abajo hasta perderse entre el resto de la gente. El otro chico, sorprendido y extrañado repasaba lo ocurrido mientras aquella tercera chica lo tomaba por el brazo y miraba la ruta del recién fugado.
Um me gusta ese titulo
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