poemas de amor Crazzy Writer's notebook: X [part 2]

4/4/12

X [part 2]

Refugiado en la oscuridad que inundaba la sala principal de mi guarida. Tirado en un viejo colchón, contemplaba en silencio las imágenes ficticias que mi mente proyectaba en el negro techo. Preguntas. “ISIs”. Situaciones hipotéticas que se hubieran desarrollado de no haber perdido el poco temple que conservaba. La noción del tiempo  que llevaba allí oculto desde aquella noche se habia esfumado como mis propias bahadas de vapor. Cansado y sumido en la más profunda de las decepciones, me levante. Paseé por la sala, atravesando aquella oscuridad. El amueblado era muy escaso. La mayoria eran oscuros y desgastados por el paso de los años. Los desconchones en las paredes formaban parte de la lúgubre decoración. Y junto al único acceso, un enorme bulto oscuro de piel satinada y aristas afiladas, contemplaba con ligera preocupación la deplorable evolución emocional de su compañero de piso. Junto a él una pequeña colección de bronces y platas, recuerdos de los intentos fallidos por progresar. Todos cubiertos por una capa de polvo, señal de olvido en el que habían caído. Vagué por la sala hasta una pequeña puerta de madera que se abrió con un quejumbroso chirrido inundando toda la sala. Ante mí, un pequeño baño. Camine hasta la ducha pesadamente y me desvestí. Abrí el paso del agua caliente y me adentre lentamente. El agua caliente comenzó a resbalar sobre mí, llevándose con ella algunas de las preguntas que me carcomían. Al cabo de un tiempo que se me antojo una eternidad salli de nuevo. Me plante frete al espejo y este me devolvió una distorsionada imagen de mí mismo. Enormes grietas de araña extendían sus brazos por su superficie pulida. Entonces vi las pequeñas salpicaduras granates sobre el punto de origen. Observe a través de aquella imagen la cubierta manchada sobre mi puño derecho. Pensé. Recordé. O al menos lo intenté. Pero las vivencias de aquella madrugada estaban por completo bloqueadas. ¿Tan ofuscado y ciego estaba?                                  
Regrese de nuevo a mi colchón, con la intención de reconciliarme con Morfeo. Necesitaba dormir un poco y dejar por un momento todas aquellas ideas de lado. Me sumía en un profundo sueño casi sin sentir como perdía la noción de mi propia consciencia. El silencio y la oscuridad me rodeaban. Todo estaba en calma. Sin aparente motivo la bestia comenzó a gritar con aquel estridente sonido suyo. Abrí los ojos, intensos haces de luz iluminaban la estancia de forma intermintente, cegándome por completo.  En medio de aquel kaos contemple como una figura emprendía con furia contra la bestia. Un sonido sordo lleno la sala. Como de chapa reventada, seguido por el desvaído sonido de la alarma del coche. Después, aquella figura se volvió y comenzó a acercarse lentamente dejando tras de sí el eco de unos tacones. No podía apartar los ojos del amasijo de hierros al que había reducido mi coche. Estaba asustado, furioso, lleno de sed por vengarle. Aquella figura se detuvo delante de mí, estiró sus brazos y me levanto como si nada. Aquellos ojos me escrutaban sin piedad. Intente zafarme de ella pero todo fue en balde. Empezó a hablarme con una voz dulce pero en un idioma que no conocía. Cuando terminó su breve exposición, volvió a mirarme. Me aproximo a ella y me susurró unas palabras al oído. Antes de dejarme de nuevo en el suelo, con mucha suavidad depositó sobre mi mejilla, muy cerca de la comisura, un tímido beso. Una cálida sonrisa y un nuevo fogonazo de brillante luz antes de esfumarse por completo. Devuelto bruscamente a la oscuridad, contemple de nuevo los alrededores. Me quedé impactado al ver de nuevo aquel enorme bulto oscuro de satinada piel, como si nada hubiera sucedido. Estaba confuso por lo que acababa de vivir, ¿lo había soñado, o había sido real?, aunque por otro lado, muchos “ISIs” habían desaparecido. Me vestí rápidamente con lo primero que encontré. Cogí las llaves de mi pequeño y salimos de nuevo rumbo desconocido.
Aquella ultima frase que ella me había susurrado al oído no dejaba  de dar vueltas por mi cabeza, ¿Qué sentido tenían aquellas palabras, a qué venia todo aquello?

Volvíamos a tronar por las vacías carreteras rumbo indefinido, con la única información de cuatrocientos kilómetros a la redonda. Contemplé el reloj de mi muñeca, la una de la madrugada. Ahora superaba con creces la barrera de los doscientos kilómetros por hora. Estaba impaciente por volver a encontrarme con aquella mirada. Dejarme invadir por aquella música y ese aroma de incienso y especias. Y volver a compartir con ella todo lo que aquella noche nos pasó. Repetirla una y otra vez. De pronto de la oscuridad surgió una figura que me resulto imposible de sortear pero pareció desvanecerse, como el humo o como una pequeña brizna de niebla,  a nuestro veloz paso. Después de aquel pequeño susto reduje ligeramente la velocidad. ¿Qué demonios estaba pasando? Eso era tremendamente raro. Traté de dejar en silencio mi mente y concentrarme de nuevo en la carretera. La aguja seguía  por encima de doscientos aunque ahora más cerca de numero. A lo lejos una salida de la autovía por la que volaba. Tome la salida y nos sumergimos en una nueva carretera de la que tenía un vago recuerdo. Parecía que estábamos en el camino correcto. Tras un rato de circular por aquella carretera di con un pequeño camino de tierra, además en la intersección de la gravilla y el negro asfalto había unas rodadas que se cruzaban entre los carriles, como si algún otro coche hubiese salido de allí a demasiada velocidad, uno de tracción trasera. De nuevo un pequeño tic en mi pecho, como en aquella salida. Viré por el camino y acalle lo más posible el ruido del motor, aun asi podia escucharse claramente quebrando el silencio circundante. No tarde demasiado en topar con aquel edificio abandonado. Lo vi, ahora sin aquella densa niebla, un viejo piso en medio de ningún lugar, con una gran puerta metálica. Ahora estaba cerrada, o eso parecía. Me acerque algo titubeante. La puerta se abrió con un leve quejido. ¿Habría alertado aquel sonido a la moradora de aquel lugar?
Subí por aquellas escaleras. Me adentre en la oscuridad de aquella inmensa sala. Pero… no parecía la misma. Todos aquellos adornos y objetos decorativos habían desaparecido. O bueno habían sido sustituidos por otros más viejos y desgastados, y aquel olor dulzón del incienso y especias había sido comido por el olor de la humedad. Además ahora hacia más frio. Respire y solté el aire con mucha lentitud, era como haber regresado a mi guarida. En el aire algo me llamó la atención. La presencia de un pequeño perfume. Tremendamente familiar, y no tarde en dar con aquella familiaridad. Una sonrisa se me dibujó en el rostro sin ni siquiera darme cuenta. Avance lentamente sorteando el nuevo mobiliario. Definitivamente era como mi cueva, y casi lo prefería. De pronto tope con un sonido diferente al de la madera. Y sin mirar sabía con lo que acababa de topar. Mi cazadora, mi cazadora de cuero negro. Baje la vista lentamente. En el sofá, una figura delgada estaba echa un ovillo, arrebujada en ella con el fin de luchar contra aquel frio que invadía aquella sala. A pesar de aquella oscuridad conseguí ver las facciones tensas y forzadas de su cara. Aquella chica misteriosa, de pelos revueltos de color oscuro y de inocente aspecto parecía estar siendo acosada en sueños, y admito que eso no es nada agradable. Lo se por experiencia. Busque por aquella estancia alguna puerta, y no fue difícil dar con una. Al otro lado había una pequeña cama, si podíamos denominarlo así. Regrese de nuevo a la estancia principal y la tomé en mis brazos.
La transporte cuidadosamente hasta la cama, pero antes de llegar ella pareció despertarse. Nuestras miradas se cruzaron. Aquellos ojos marrones verdosos, profundos y de intensa mirada parecieron hipnotizarme.
-Has vuelto-dijo en un susurro pero me sobresaltó.
-Si- Mi voz también era un susurro. –He vuelto para estar contigo otra vez-. La devolví al suelo con suavidad, ella estiro los brazos y me acogió en un largo abrazo.
-Sigues igual de frio...- La mire a los ojos una vez más, y en ellos vi un pequeño brillo, al igual que en sus mejillas había un ligero coloreado.
Entonces ese nuevo cruce de mirados nos aproximó lentamente sin ser conscientes de ello. Mis manos se depositaron sobre su cintura. Las suyas se cruzaron pasado mi cuello y se entrelazaron. Su piel era suave y cálida. Nuestros labios se juntaron lentamente.
Primero solo fue el roce de sus labios carnosos con los míos agrietados por el frio helador de la noche. Sentí como algo comenzaba a fluir por mi circuito sanguíneo. Y era mucho mejor que la adrenalina. Nuestras bocas se fueron abriendo dejando salir lo que custodiaban. Aquel sabor, a fémina, sería inolvidable. El jugueteo de nuestros apéndices bucales en un terreno definido por neutral. Parecíamos fundidos e inseparables, pero entonces yo tome la iniciativa primero. Recorrí su cara en busca de un punto más sensible en el que poder atacar a mi victima. Descendí hasta su cuello y allí emprendí de nuevo. Ella fue más rápida y sentí en mi cuello un cosquilleo que bajaba, también se detuvo alli, pero en el lado opuesto. Note el cálido y húmedo tacto de su lengua. Sus labios juguetones creando las fronteras, y una ligera succión. Una nueva carga de aquella sustancia con la que parecía sentirme más salvaje. El frio de aquella estancia comenzó a retroceder cobarde. Ella también parecía haber aumentado su temperatura corporal. Sus manos se soltaron del lazo que había creado y descendieron dejando tras de si una estela de suaves caricias. Las mías por el contrario estaban aferradas a su cintura, pero no tardaron en recibir la orden adecuada. Dieron con la junta en su ropa. Se adentraron con suavidad y fueron trepando con una lentitud pasmosa. Ella se estremecía y retorcía con cada milímetro que mis manos tomaban. Ahora estaba dando comienzo un pique en el cual había que demostrar al rival cual era mejor, por lo que la intimidación no era opción. Ella tomo la dirección opuesta. Me vi sorprendido cuando ella dio con el cinturón y lo desabrochó con dulzura y mañas apabullantes. Suelto el seguro, sentí como mis vaqueros sufrían el efecto de la gravedad. Mientras el flujo de besos no había cesado. Ella tomaba ya cuatro campamentos sobre mi cuello, yo solo dos. Pero decidí tomar otra táctica. Deje que mis dientes, también formasen parte del equipo de combate. Mordisquitos. Ella titubeó en su siguiente movimiento, por lo que ahora yo tenia la delantera. Había colonizado ya la espalda, estaba en busca de aquella cinta que marcaba el sujetador, pero… Oh! sorpresa no estaba. Se me escapo una sonrisa malvada, y ella se percató de mi descubrimiento, porque recobró terreno y trepó por mi pecho, y con sus manos también subió la tela de mi camiseta. Ahora, de un fugaz vistazo fuera de sus ojos o su cuerpo, vi como la habitación había tomado una nueva y suave iluminación. Mis manos ahora más cálidas, recorrieron el tórax hasta dar con aquellos senos suaves y tan agradables al tacto, ocultos bajo aquella camiseta. Volvimos a mirarnos a los ojos y dos sonrisitas copaban nuestros labios. Sus uñas ya paseaban sobre la parte sensible de mi pecho, juguetonas, provocativas. Y aquello me despertó una nueva sensación que hasta entonces no me había percatado de su existencia, una presión comenzó a hacerse notar en mi pantalón. Estaba tan desbordado por aquellas sensaciones que muchas de ellas se pasaron por alto, pero que ella percibió con claridad su significado. Volví la mirada a sus manos por un segundo y después regresé a sus ojos. Ella volvió a hundir su boca en la mía. De nuevo nuestras lenguas jugaban. Tan absorbido por la pasión estaba que no note como la tela de mi camiseta se rasgaba lentamente.
-No se a ti pero a mi hay cosas que me estorban- me susurró al odio. Entonces me percate que mi camiseta estaba a mis pies divida en dos trozos casi simétricos.
- Jo. No es justo, me has quitado la camiseta y tú sigues con ese camisón tan elegante-. Me desprendí de las botas y aguardé el descuido.
Ella se sentó en la cama y me invitó a quedarme a su lado. De pronto se sentó a horcajadas sobre mí.  Y empujo mi cuerpo hasta dar con mi espalda en el colchon. Nuestras entrepiernas encajaban a la perfección, creo que se percató de que algo crecía bajo su peso. Lentamente comenzó a quitarse esa peculiar prenda de ropa que la cubría y la dejó sobre mi pecho, dejando su cuerpo completamente desnudo.
-¿Mejor?- dijo ella exhibiendo una picara sonrisa. Yo era incapaz de articular palabra. Comenzó a inclinarse lentamente hasta situar sus pechos a la altura de mis labios. Sin duda estaba sin habla. – Esto al igual que mi cuello también puedes morderlo y chuparlo-.
Creía que iba a estallar. Mi excitación parecía salirse ya de las tablas. Pero no pude evitar hacer lo que me pedía. Comencé a pasear la punta de mi lengua por aquella sensible zona, pero no tarde en animarme a seguir la misma estrategia que en su cuello. Ella parecía estremecerse ante mis pequeños y suaves mordiscos, como si una corriente eléctrica la recorriese. Pero trate de acallar esos pequeños espasmos paseando mis manos por su espalda lentamente y parecía que la leí el pensamiento.
Tumbado en la cama con su figura descubierta sobre mi. Ahora era la parte inferior la que requería el segundo asalto. Mis manos recorrieron sus curvas, sin dejarse ningún recodo por asegurar. El primer asalto parecía que ella había quedado por encima. Tras esta primera fase de meros divertimentos daba comienzo una segunda fase. Llegue al comienzo de los muslos y fui tanteando lentamente, pero ella decidió seguir en el punto más alto. Sus manos se paseaban recreándose en mi pecho, mientras seguía jugando con mi lengua, de pronto vio un nuevo punto de ataque. Se acercó a la oreja y lanzo contra ella un ligero soplo de aire. Me estremecí, incluso me levante con ella encima. Un escalofrío me recorrió desde la oreja hasta el pie. Ella se asustó y se  aferro más fuerte. Estaba claro que aquella posición me era desventajosa, por lo que la deje en la cama, y coloque mi peso sobre ella. La tome de las muñecas e hice de mis manos sus esposas. La contemple. Ella me miraba, el rubor había aumentado considerablemente, estaba extrañada porque no conseguía dar con mi próximo movimiento. Comencé una nueva cadena de besos, esta vez descendieron desde la curvatura de sus firmes y leves pechos, llegando al vientre, y un nuevo salto. Los muslos resultaban más apetitosos. Entonces fue ella quién se estremeció, pero no podía soltarse de las amarras que la sostenían. Pero craso error no contar con que aun podía mover las piernas ni con su increíble flexibilidad. No tenia escapatoria, estaba acorralado. Entonces en un desesperado intento trate de subir pero demasiado tarde. Ella hecho un lazo con sus piernas, mi cuerpo estaba demasiado bajo, y con una maña impresionante dio la vuelta a la tortilla. Ahora era mi espalda la que estaba apoyada en el colchón. Y su cuerpo, casi celestial disfrutaba de la luz de aquellas misteriosas velas. Aquella figura se veía todavía más hermosa y sensual si cabía.
-Ahora estoy más cómoda- dijo con aquella voz dulce y termino con una sonrisa malévola.
 
-Se ve, se ve. ¿Qué vas a hacerme?- dije. El tono de voz ya no era gélido, sino una mezcla de jadeo agotador.

-Bueno, tú no lo has hecho nada mal, pero ahora me toca a mi- susurro en mi oído mientras hundía aquellos firmes pechos en mi cara. Comenzó a descender hasta sentarse en mis rodillas y entonces fue bajando el pantalón. Ella no puedo evitar observar aquella elevación que se escondía debajo del bóxer. Entonces volvió a llevar sus manos hasta mi cintura y comenzó a bajar aquella fina prende de licra negra, dejando al descubierto mi parte más sensible. El punto de no retorno había quedado atrás hacía kilómetros y ambos estábamos dispuestos a llegar al culmen, al nirvana... Ella volvió a sentarse sobre mi vientre y se tumbó sobre mí. El tacto de su piel, sus pechos, sus posaderas bajo mis manos. Ahora estábamos los dos desnudos. Ambos teníamos un gran calor interno deseoso por salir. Nos sonreímos y ella tomó posiciones, yo hice lo propio. Sentí como ese nuevo apéndice se abría paso a través de ella, como su clítoris se amoldaba a mi pene. Ella comenzó a moverse lentamente en un vaivén, solo las caderas, mientras mis manos trepaban hasta volver a los pechos, blanditos, suaves, agradables al tacto. Parecía que por ahora todo iba bien. Tan solo ligeros jadeos, por parte de ambos, y aquellas sustancias volvían a hacer acoplo de mi flujo sanguíneo. No sabia cuantos llevaba ya cuando cambió  el ritmo del movimiento, nuestros jadeos subieron de nivel. Una fuerza, pasión creo que la llaman, se apodero de mí en ese instante. Hasta entonces inmanente a la situación. La tome por la cintura y cambiamos las tornas, al parecer él también quería participar. Ahora era ella quien reposaba en la cama y era yo quien descargaba suavemente aquella fuerza que me invadía desde el comienzo de la noche. Sus gritos cambiaron de intensidad a la vez que yo reducía el intervalo de mis penetraciones. Costaba más de lo que pensaba en un principio, pero no le di importancia alguna, de pronto sentí como sus manos que recorrían mi espalda empezaron a hundir sus uñas suavemente. Un nuevo efluente recorría la tubería, atraído por aquella voz celestial producto del coito, pero me veía incapaz  de retenerlo. Lo trate de aguantar hasta que fuera ella quien cayese, pero al parecer yo había topado con mi tope, ya no daba más. Aconteciendo la explosión de aquel efluente pálido y viscoso que la dio el empujón para sumirla en el orgasmo. Yo me tumbé extenuado sobre ella, pero perecía seguir con ganas de más. Se volteó, dejándome de nuevo apoyado en la cama.

-Te has portado. No ha sido el mejor pero ya le iras cogiendo el punto. Ahora vamos a tomarnos un respiro y después si quieres, repetimos-. Ella deposito un beso en mi pecho.
-Por supuesto, esto solo ha sido la primera -. La rodeé con mis bracos y la acerque de nuevo a mi aspirando aquel nuevo aroma que nos envolvía a ambos.  

Parte 3

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